Rincones, momentos y experiencias que solo se pueden encontrar en este paradisíaco enclave del Mediterráneo
La isla de Menorca, en Baleares, encierra sus preciados rincones, como un cofre del tesoro, esperando a ser descubiertos por sus visitantes. Primavera es esa época perfecta para adentrarse a conocer una de las joyas del Mediterráneo. Calma, temperaturas agradables, ritmo de vida tranquilo, parajes inolvidables y una gastronomía que altera tus sensaciones, son argumentos muy sólidos que convierten en una gran opción para viajar a Menorca y pasar una primavera inolvidable.
Ya desde que pone un pie en la isla, el visitante se percata de que está en un sitio distinto, con una atmósfera que se presta a envolverle y llevarle en volandas por cada uno de los rincones que hacen de Menorca ‘la isla de los pequeños placeres’.
Viajar a Menorca para descubrir cada uno de sus enclaves
Siéntete un viajero en el tiempo, paseando por cualquiera de sus conjuntos talayóticos. Más de 1.500 yacimientos que son testimonio de la configuración de unas comunidades jerarquizadas ya desde la Edad de Bronce.
Necrópolis como las de Cala Morell o Calescoves. Poblados talayóticos como Trepucó, Talatí de Dalt o Montefí… La Menorca Talayótica es un legado histórico de valor incalculable que aun hoy día sirve para que nos hagamos una idea de donde venimos. Por ello, este conjunto es candidato a Patrimonio Mundial por la UNESCO.
Imagínate recorriendo a caballo, animal de sobra querido en la isla, una ruta de singular valor a orillas del Mediterráneo. El Camí de Cavalls, tan importante por su simbolismo histórico, como por su por su genuina belleza. Una ruta centenaria que puede hacerte sentir como un caballero que ronda la isla para protegerla de invasiones y ataques. También a pie o en bicicleta, se puede disfrutar sin prisas de un paseo relajado con la brisa del mar como acompañante de lujo.
Deshazte del reloj y piérdete por cualquiera de sus pueblos. Cada uno encierra sus propios secretos, rincones que tendrás que ir explorando poco a poco para terminar por concluir que, en Menorca, hasta el más mínimo detalle cuenta.
Desde Sant Lluís con su influencia francesa; Ferreries, rodeada de lomas; Alaior y sus calles laberínticas; Es Migjorn Gran con sus calas de arena blanca y fina; Es Castell, el legado de la época británica; el señorío imponente de Ciutadella; el corazón de la isla, Es Mercadal, punto de encuentro de todos los demás municipios. Sobre todos ellos, Maó, ventana y puerta de paso para todos aquellos que se adentran en la isla.
Disfruta de su vino de Denominación de Origen al viajar a Menorca
Déjate atrapar por los aromas de un vino con esencia propia. Nueve bodegas que recuperan una tradición que se remonta al siglo XIII, pues ya en época del rey Jaume I el Conquistador, había constancia de que en la isla se producía y comercializaba el ‘oro rojo’.
A través de tours y visitas guiadas por las bodegas podrás descubrir unos vinos con sabor 100 % Menorca. No por nada, desde 2002, portan el sello de calidad ‘Vi de la Terra Illa de Menorca’, una indicación geográfica protegida que acredita la calidad y procedencia de sus vinos.
Conoce la gran variedad de su gastronomía local
Si ya has sido cautivado por su vino, es de obligado cumplimiento sentarse a la mesa para maravillarse por una gastronomía que sencillamente no se puede igualar.
Por condiciones geográficas, climatológicas y por la propia idiosincrasia de los menorquines, productos como el queso, el aceite, el pescado o las carnes llevan ese ‘algo’ propio que le valió a la isla el ser proclamada Región Europea de Gastronomía 2022 por el Instituto Internacional de la Gastronomía, la Cultura, las Artes y el Turismo (IGCAT).
Son platos típicos preparados con los productos de la propia tierra y respetando los ciclos y temporadas de cada uno de ellos. Su queso de Maó, exponente y a la vez embajador de Menorca, es el claro ejemplo de cómo se hacen las cosas en la isla. Primando lo local, cobran suma importancia una red de pequeños productores que, en la mayoría de los casos, prosiguen generación tras generación trabajando sus productos y técnicas de elaboración de forma artesana.
Una primavera para vivirla en un pequeño enclave de apenas 700 km2 de superficie y 42 km de este a oeste; para recorrerla poco a poco, disfrutando de ese slow life que forma parte de su filosofía de vida y que transmiten sus habitantes a todos quienes la visitan. Menorca en primavera, tus sensaciones altera.