Nueva entrega de las aventuras de Carla, la reportera de los relatos ‘Sexo en Madrid’
Como todas las semanas, hoy te ofrecemos en El Mirador de Madrid el sexto capítulo de la sección de relatos ‘Sexo en Madrid’. Las aventuras de Carla Gómez, una extrovertida y atractiva reportera, surgen de la pluma del autor Manuel del Pino para arrancarte una sonrisa. ¡Esperamos que te guste!
¿Qué ha pasado hasta ahora en ‘Sexo en Madrid’?
Tras los primeros tiempos bohemios en Madrid, Carla logró su sueño de entrar como reportera en la revista Corazón Rosa (junto con su amigo fotógrafo Lito). Allí Carla escribía sobre famosos y también reflejaba sus propios escarceos amorosos y experiencias sexuales en Madrid, con estilo desenfadado y humorístico en su columna ‘Sexo en Madrid’.
Carla tardó poco en ir a la televisión. Fue en el programa: ‘Citas, aquí hay temita’, de mucha audiencia. Su ocasional pareja era Justo Izquierdo, un joven antiguo de ideas retrógradas, que buscaba una mujer tradicional para casarse. Carla, por el contrario, prefería una relación abierta. Eran opuestos en todo. Carla terminó el programa largándose, pero Justo se quedó impactado con aquella chica tan atractiva como especial.
Puedes leer aquí los capítulos anteriores:
Sexto capítulo de ‘Sexo en Madrid’
Cien sombras de Carla
Víctor Lince, el atractivo personaje canalla del corazón de Madrid en el siglo XXI, tenía vida algo turbia, malas lenguas decían que era estafador y hasta delincuente; pretendía encerrarse en su piso (de Lavapiés) con 20 concubinas, pero Carla echó a las otras 19.
─Vale, serás mi preferida─intentaba camelársela.
─Yo no soy la preferida de nadie, que lo sepas.
La habían mandado de ‘Corazón Rosa’ para entrevistar a Lince, y allí fue pertrechada con su maleta de periodista llena de vestidos como le gustaba para ocasiones especiales, pero Lince lo aprovechó para intentar ligar y dominarla.
Por supuesto, Carla no se dejó someter, si bien participó en el juego, pues Lince le había gustado, a medias y a su manera, sin que sirva de precedente sobre su remisión con los chicos.
─Si quieres conquistarme de verdad, llévame a las Maldivas ─le dijo Carla.
─El verdadero paraíso para nosotros está aquí, en casita.
‘¡Bufff!’. Carla solo aceptó el trato si primero repeinaba a Lince con un engominado ridículo. Lince lo aguantó y le ofreció papelinas de LSD. Carla las tiró a la calle.
─Pero qué haces. Valen una fortuna. Eran para entonarnos.
─Que se entonen los vecinos. Yo de drogas, nada.
Carla cogió una flor del jarrón y empezó a acariciar con ella el atlético cuerpo desnudo de Lince. Le provocó cosquillas, cada vez más espantosas, que le hacían reír sin parar.
Se vistió de odalisca, empezó a bailar la danza del vientre, se fue quitando velos. Lince se volvió loco ante lo que vio. Comieron melocotón en almíbar, con las bocas juntas, jugando a los besos. Carla cogió huevos de la nevera. “Toma, sujétalos”. Se los tiraba encima.
Desconcertado y sucio, Lince tuvo que ir a ducharse.
Volvió reanimado. Tuvo la brillante idea de ponerse unas esposas, con las que pensaba atar a Carla a la cama. Mas se le atrancó la llave y tuvieron que avisar a un cerrajero. El cerrajero ponía una cara que para qué. Cualquier cosa menos llamar a la policía. ¡Yu-yu!
Lince colocó el somier de la cama contra la pared, para atar allí a Carla… pero acabó esposado él, en aspa brazos y piernas. Carla le dio de latigazos. Acudieron vecinos alarmados por los gritos y tuvieron que tranquilizarles con peregrinas excusas.
Lo mejor sería jugar a los médicos. Carla se vistió de enfermera sexy, con minifalda muy corta. Lince era el paciente. Y trasteando con las pinzas, al final le sacó una muela.
─¡Ahhh! ¿Te sientes bien dañando a la gente, sádica?
─Me siento bien poniendo nerviosos a mis pretendientes ─repuso Carla─. Ellos se lo han buscado. Eres tú el que quería esclavizarme.
Lince fue al baño a enjuagarse. Le costó cortar la hemorragia. Volvió al saloncito lo más seductor que pudo. Aún le quedaban energías y ganas de morbo.
─Me gustan las mujeres transexuales. ¿Y si eres una de ellas? Quiero comprobarlo.
Carla se dejó magrear un poco. Luego le soltó una torta.
─¿Convencido? Yo no soy la Veneno, pero tengo mucho veneno.
─Y que lo digas. Esto no me había pasado con ninguna de las otras chicas.
La joven entró al cuarto y volvió vestida de novia. Sujetó a Lince del brazo.
─Hasta que la muerte nos separe, ¿verdad, cariñín?
─No sé, no sé. Ay, ay. Pero, ¿por qué me has tratado tan mal?
─Será porque en el fondo me gustas ─y eso Carla no se lo decía a cualquiera.
Próximo capítulo el lunes que viene…
Manuel del Pino
El autor de ‘Sexo en Madrid’, Manuel del Pino, es licenciado en Filosofía y Letras (Univ. de Granada, 1994). Publicó artículos, ensayos (XIV Premio de Ensayo Becerro de Bengoa con “La sonrisa de la esfinge”, Dip. de Álava, 2002) y varios libros sobre el personaje Carla: “Olivas negras”, novela policíaca (Ed. Cuadernos del Laberinto, Madrid, 2012); “Las aventuras de Víctor Lince”, en Literaturame.net, Zaragoza, 2013; “La conspiración de La Rosa Negra”, en Amazon, 2015; “Carla Mortal”, relatos contra la corrupción, en El Pulso, Madrid, 2014-16; y “La perla de Carla” (2017-20), apareció en varios periódicos y revistas digitales.
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