Mario González es residente de cuarto año y, con la crisis del coronavirus, atiende como médico adjunto en el hospital de Ifema
Con 30 años y a punto de convertirse en médico adjunto, Mario González ha tenido que enfrentarse a situaciones que nunca hubiese imaginado a raíz de la crisis del coronavirus. Es uno de los residentes de cuarto año (R4) a los que, mientras terminaban sus residencias, les ha pillado de lleno la crisis del coronavirus.
Ahora tiene que dividir su trabajo entre las guardias y refuerzos de su hospital, el Universitario Fundación Alcorcón donde ejerce en la especialidad de digestivo, y la atención como médico adjunto en el hospital de campaña de Ifema.
«Me ofrecí voluntario cuando la Consejería de Sanidad pidió a los hospitales un listado de los residentes de último año que fuesen reclutables para Ifema», explica. De su centro tenían que ir tres y él es uno de ellos. «Voy todos los días de 8 a 15 horas a Ifema, y luego sigo con mis guardias en Alcorcón».
Mario reconoce que al principio «era mucho caos y ha sido todo muy improvisado», pero que cada vez se organizan mejor. «Los senior, como nos llaman a los especialistas, nos reunimos, hacemos un pequeño briefing y nos dividimos por turnos -mañana y tarde-, procurando ser los mismos en cada turno».
Medicina de triaje
El joven madrileño empezó a estudiar Medicina en 2009 en Zaragoza y, seis años después se trasladó a Oviedo para hacer el MIR. Decidió finalizarlo en Alcorcón, para estar cerca de su familia que reside en Leganés, y este mes de mayo concluía su residencia para convertirse por fin en médico adjunto.
«Estamos viviendo situaciones que no esperas ver en la vida», confiesa, «como tener que aplicar medicina de triaje (selección y clasificación de pacientes empleado en la medicina de emergencias y desastres) y retirar un respirador a una persona para ponérselo a otra». Es alguno de los momentos más duros que tanto él como el resto de médicos, incluidos los residentes como él, están afrontando en estos días.
La situación y la coyuntura actual no deja otro margen de maniobra, según explica. «Normalmente las UCIs ya están medio saturadas, pero siempre hay un margen para montar un box si alguien empeora de repente. Se han rechazado pacientes toda la vida, porque sabes que esa persona va a morir igualmente y lo único que harías sería alargarlo».
«Sin embargo, ahora, a personas que sabemos que son candidatas a UCI y que podrían recuperarse pero tienen menos posibilidades que otras, tienes que denegarles la UCI. Me pasa cada día en el hospital». Añade que: «Hacemos todo lo posible para que no fallezca pero no podemos utilizar la última carta, que es intubarlo y conectarlo a un respirador».
Dramas familiares y soledad
La «selección» se decide «en función de la edad y los antecedentes: no es lo mismo un paciente de 65 años con un infarto, una enfermedad pulmonar y un tumor en el riñón, que uno de 75 , independiente y que solo tiene hipertensión. El primero, pese a los esfuerzos, puede que fallezca igual, y si le das UCI a ese, al final pierdes a dos personas. Por eso, se lleva a la UCI al que tiene más posibilidades».
Aclara que «casi todo el mundo que está en urgencias ahora mismo es Covid, porque además las cirugías están paralizadas y no hay pacientes post quirúrgicos».
Pero lo peor, confiesa, son los dramas familiares: «Los médicos lidiamos con la muerte siempre pero no en estas circunstancias; son pacientes solos, que no pueden estar acompañados de su familia ni verse ni despedirse. Es muy trágico. Los familiares están pendientes de nuestra llamada diaria para saber cómo están sus seres queridos».
La situación más desagradable que ha vivido, dice, fue cuando, teniendo a un matrimonio ingresado, los dos en la misma habitación y afectados por la enfermedad, «se murió él y tuvimos que comunicárselo a ella, que le esperaba en la habitación».
A nivel personal, confiesa Mario, «son frustraciones que te llevas contigo; lloramos todos los días de impotencia porque a veces se nos mueren en la cara».
Por eso, viven también con mucha emoción los aplausos que reciben de la ciudadanía todos los días a las 20 horas. «Anima mucho y nosotros también aplaudimos y reconocemos el esfuerzo», argumenta, «y lo más bonito es la solidaridad entre todos nosotros, hay una sensación de hermanamiento total entre todos los médicos».
Los médicos residentes en el hospital de Ifema
Mario se está enfrentando al COVID-19 tanto en el Hospital de Alcorcón como en el de Ifema, pero apenas ve diferencias en cuanto a la atención a los pacientes. «En el de campaña son más leves en general y se irán a los pocos días a su casa», afirma, «para los pacientes está bien montado y organizado; el problema es para nosotros».
La queja de este residente, igual que de la mayoría de los cientos de «R4 madrileños que han sido movilizados a Ifema», es que «somos carne de cañón», asevera. González explica que se sienten «utilizados» porque al ser residentes y faltarles solo un mes para convertirse en médicos especialistas, tienen muchos conocimientos: «curramos como los que más, sabemos como un adjunto pero cobramos como un residente».
Otra de las decisiones que más les afecta es que «ya han dicho que se prolongarán todas las residencias, es decir que no seremos adjuntos cuando nos tocaba». En mayo, sus compañeros y él terminaban la residencia y pasaban a convertirse en médicos adjuntos. «Si hacen eso, nos vemos afectados nosotros y los nuevos médicos que iban a elegir plaza para empezar a ser residentes, porque al no ser nosotros egresados, ellos no pueden entrar», protesta.
Piensan que «la solución era que nos pusieran ahora el fin de la residencia, en lugar de mayo, y así estaríamos todos como adjuntos, que es como estamos ejerciendo, pero sin ser reconocidos por ello ni cobrar en función de ese cargo». Las autoridades lo han hecho así, «para ahorrarse nuestros sueldos», asegura.
Preparan una demanda colectiva
Concluye que «al final todo está saliendo bien en Ifema porque nos estamos organizando y se están haciendo las cosas bien, pero a costa de nosotros y de dejar con menos recursos a los hospitales». Anuncia que cuando acabe la crisis reclamarán responsabilidades y mejora de condiciones: «ya estamos organizando una demanda colectiva». Y aprovecha para criticar la «sobresaturación que se vive siempre en la Sanidad: en lugar de 14 camas debería haber 20 y más médicos para que las consultas no estén siempre colapsadas. Así se haría todo mejor».
Pese a este aspecto negativo que les está tocando vivir, Mario y sus compañeros no dejan de estar al pie del cañón para ayudar a los pacientes a salir de la enfermedad. «Estamos viendo que los enfermos de COVID-19 están leves hasta que de la noche a la mañana se ponen graves; por eso nos han necesitado a los especialistas y a los residentes de último año para supervisar a médicos adjuntos de familia», cuenta. Y ante eso, lo dan todo.
En el hospital de campaña de Ifema se viven además momentos esperanzadores. «Está habiendo muchas altas», exclama, «aunque en algún momento alguien ha tenido que ser derivado y es casi imposible que no acabe falleciendo nadie ahí». Otro dato alentador: «no he visto hasta el momento ni un niño ingresado, ni aquí ni en el hospital de Alcorcón».
Sin embargo, todavía es pronto pensar en la victoria. Aunque se están contabilizando menos contagios gracias al inicio del confinamiento, las muertes continúan: «ayer tuve una guardia en el hospital y solo en observación fallecieron cinco personas», lamenta.
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