A partir del 20 de abril, la mascarilla no es obligatoria en muchos interiores. En El Mirador de Madrid vivimos este primer día con la gente y en la calle
Desde hoy, 20 de abril, la mascarilla en interiores ha dejado de ser obligatoria salvo en contadas excepciones: centros sociosanitarios y transporte público. Dos años después, la sociedad española recupera su vida sin las mascarillas, nuestro gran acompañamiento durante la pandemia. Eso sí, parece que no todo el mundo está dispuesto a dejarla de lado tan pronto.
Paseo por el centro comercial
Así puede comprobarse, por ejemplo, en la visita matutina al centro comercial. Allí, la primera imagen es de las trabajadoras con ella puesta, en el caso de los clientes, la gran mayoría también la portan. Según nos comentan algunas empleadas, ellas tienen «la obligación de llevarla puesta durante su jornada laboral». Los clientes, por su parte, sí que pueden decidir si se la ponen o no.
Muchos de estos clientes son mayores que acuden a sus compras diarias. Para algunos «todavía es demasiado pronto«, por lo que aseguran que llevarán «el bozal porque la pandemia no se ha acabado». Otros, los que menos, celebran la medida y el poder «quitarse ya de una santa vez las mascarillas», nos comentan.
La compra en los comercios de barrio
Dentro de la misma manzana, hay una panadería, un estanco y una pescadería. Pues bien, la imagen se repite en todas ellas. Tanto trabajadores como clientes interactúan con la mascarilla cubriendo sus rostros. «En el caso de los negocios, la mascarilla va a durar todavía más tiempo, por precaución y, sobre todo, por respeto a los clientes», opinan en la panadería.
Margarita, la dueña de la pescadería, introduce otro argumento de peso. Para ella las mascarillas no son una simple herramienta de protección contra el virus, ayudan a no contaminar el género con el que trabajan. «Nos ayudan a mantener los virus alejados del pescado, pongamos el ejemplo de un estornudo, con ella no hay que preocuparse de que no caiga encima de los alimentos», asegura.
La cola para comprar tabaco a media mañana es digna de reseñar. Fuera nadie lleva mascarilla, pero la entrada al local sí viene acompañada de ella. «Nosotros pedimos a los clientes que se la pongan al entrar, el sitio es pequeño y si hay varios al mismo tiempo estamos muy apretados», nos indican. «Además, es solo un momento y luego se la pueden quitar otra vez al salir», concluyen.
Visita a la farmacia, donde sí es obligatoria la mascarilla en interiores
La normativa indica que las mascarillas sí que se mantienen en los centros sociosanitarios. Por ende, cuando nos acercamos a la farmacia principal del barrio de Las Águilas, observamos que todo el mundo la lleva. David, el farmacéutico, explica que «acabamos de conocer de la existencia de la cepa XE, y van y quitan las mascarillas en interiores. Creo que no es el momento, es muy pronto«.
Su opinión contrasta con la de un cliente, que considera que si se ha quitado en centros comerciales y otros comercios, «¿por qué se ha mantenido las mascarillas en las farmacias, si son un comercio más. En los hospitales o centros de salud, vale, pero lo de las farmacias no tiene sentido», argumenta. «Lo que no tenían que haber hecho es quitarla en ningún espacio cerrado», le responde otra clienta.
El café de media mañana
El local anexo a la farmacia es una de las cafeterías más concurridas de la zona. Es el primer espacio cerrado donde absolutamente nadie lleva la mascarilla puesta. Antonio, el dueño, comenta que «en el bar no se pone la mascarilla absolutamente nadie desde hace bastante tiempo. Estar quitándosela y poniéndosela me parece una tontería».
Su hermano José, que trabaja con él, celebra poder «trabajar sin ella, porque si estás en cocina te pasas el día sudando y muerto de calor«. Ambos aseguran que no se la pondrán desde hoy.
Más de lo mismo sucede en el bar-restaurante de Paco. Él mismo ha decidido invitar a un café a sus clientes habituales para celebrar que nadie tiene que llevar dentro «el maldito bozal». Comenta que: «No entiendo que si estábamos ya todos vacunados, y nadie se ponía la mascarilla en los exteriores, la gente la tuviera que llevarla en los bares». Para él, es un claro indicativo «de que por fin se acaba la pandemia de las narices».
Corte de pelo en la peluquería
Dentro del habitual trasiego de Las Águilas, las peluquerías son un foco de entrada y salida de gente. Nos acercamos a una de las más grandes del barrio, allí nos recibe Alberto, con la mascarilla puesta y trabajando. Él prefiere que «todos los clientes se pongan la mascarilla porque estamos pegados y así hay menos posibilidades de contagiarnos», explica.
De todas formas, no ha tenido que pedirle a nadie que se la ponga en toda la mañana. Eso se debe a que todos los clientes que ha ido atendiendo iban con la mascarilla puesta. «Me parecería poco inteligente ir sin la mascarilla en interiores cuando estás cuerpo con cuerpo», comenta la chica que se alisa el pelo en ese mismo instante. «Yo me la voy a seguir poniendo siempre que venga», remata.
Miércoles en la oficina
Entre las oficinas de la zona, destacan varias agencias inmobiliarias con años de antigüedad. Cuando están sin clientes, los trabajadores están sin la mascarilla puesta. Eso sí, en cuanto entra alguien, todos se la ponen. Los empleados comentan que si están solos no utilizan la mascarilla porque «a final de cuentas, estamos todos los días muchas horas aquí juntos y es casi como estar en casa«.
Distinto es cuando entra alguien que «nos la ponemos porque nunca sabes dónde o con quién ha estado y preferimos no correr riesgos». Aquí surge un planteamiento bastante interesante. Jesús, el director de zona de la agencia, cree que «la pandemia nos ha hecho mucho daño en el sentido de que siempre vamos a estar obsesionados con la mascarilla y nunca nos va a parecer el momento adecuado para volver a vivir sin ella».
Lección en el colegio
Por último, rendimos visita al colegio público de Infantil y Primaria del barrio. Los niños juegan en el patio mientras las profesoras se afanan por mantener a los pequeños bajo cierto control. Las propias maestras comentan que «los niños llevan ya un tiempo sin utilizar las mascarillas (dentro y fuera). Hubo un tiempo donde la llevaban y jugaban con ellas en los recreos, la tiraban, se la cambiaban, todo un caos. Mejor así», culminan.
En cambio, todas las profesoras están llevando hoy la mascarilla en interiores. El argumento es que «los chicos apenas se están contagiando y, si lo hacen, suele ser de forma muy leve», pero «nosotras sí que corremos más riesgo y por eso tratamos de llevar siempre mascarillas FFP2 en clase«, concreta Lorena, una de las profesoras.
¿Futuro de la mascarilla en interiores?
A pesar de que hoy ya no es obligatorio el uso de la mascarilla en interiores salvo en el transporte público y en centros sociosanitarios, parece que la mayoría de la gente es reacia a quitársela, como ya sucedió los primeros días en que este elemento de protección dejó de ser obligatoria en exteriores.
En muchos casos se debe a la prevención, la autoprotección, el evitar riesgos para los demás o por otras ventajas asociadas como el mitigar los efectos de las alergias.
La gran cuestión es si de aquí a un tiempo la sociedad madrileña mantendrá una posición tan firme respecto a la mascarilla en interiores o, de lo contrario, relajará su actitud como ya sucediera en el caso de la mascarilla al aire libre.
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