Este templo católico alberga en su interior a San Isidro y a su esposa, Santa María de la Cabeza
En el número 37 de la calle Toledo se alza, imponente y majestuoso, un pedazo de historia madrileña. Hogar del sepulcro del patrón de Madrid, vivió días de esplendor como la catedral oficial de la capital. No nos referimos a otra que a la Colegiata de San Isidro.A medio camino entre la Plaza Mayor y la plaza de Puerta Cerrada, esta iglesia católica comparte fachada con el Instituto de San Isidro – antiguo Colegio Imperial – que, como ya explicamos recientemente en uno de nuestros artículos, es el centro educativo más antiguo de Madrid.
Un terreno históricamente religioso
Abre sus puertas en 1664, tras más de 40 años de construcción desde su proyección en 1620 por el arquitecto Pedro Sánchez. El templo fue construido sobre los cimientos de la antigua parroquia de San Pedro y San Pabloque, junto con el antiguo Colegio Imperial, fueron derruidas por orden de María de Austria.
En origen, la iglesia pertenecía a la Compañía de Jesús, aunque con la expulsión de los jesuítas en 1767 pasa a tomar la categoría de colegiata. Es entonces cuando, por orden del rey Carlos III, se trasladan al templo los restos mortales de San Isidro, patrón de la ciudad, y de su esposa, Santa María de la Cabeza.
Con la nueva titularidad de la iglesia, se encargó una remodelación del interior a Ventura Rodríguez, uno de los arquitectos más reconocidos durante el Madrid de la Ilustración. Así, este se convirtió en el responsable de crear un nuevo presbiterio, el retablo del altar mayor y de la rica decoración que podemos ver hoy día.
Representante de Madrid durante un siglo
En el año 1885 se constituye la Diócesis de Madrid-Alcalá y concede a la Colegiata de San Isidro el renombre de catedral de la capital. Sin embargo, fue solo de forma provisional ya que, un siglo más tarde, este honor como símbolo de la ciudad pasaría a pertenecer a La Almudena.
Años más tarde, de nuevo con su primitiva categoría de colegiata, el edificio sufre un devastador incendio nada más comenzar la Guerra Civil Española. El fuego arrasó infinidad de tesoros pictóricos y arquitectónicos que allí había, además de precipitar casi la destrucción total de las cubiertas y de la cúpula central.
Tras la contienda, se inició una lenta tarea de reconstrucción para recuperar su forma original en la medida de lo posible, que culminó en la década de los 60. A día de hoy, aún se conservan algunas piezas originales de gran valor y belleza como el retablo de la Sagrada Familia, del pintor y escultor Sebastián Herrera Barnuevo o los retablos de la capilla de San José, obra de Herrera el Mozo.
Un tesoro semioculto
A simple vista, la Colegiata de San Isidro podría pasar algo desapercibida debido al entorno que la rodea. Aunque más que rodea, casi podríamos decir que oprime, pues está cercada por un sinfín de edificios que dificultan la visión total de sus dimensiones.
Pese a que su fachada pueda parecer austera, tras sus puertas alberga todo un festival para los ojos de los visitantes. Como caracteriza al estilo barroco, su interior es de una riqueza visual abrumadora, que alcanza su punto álgido con la decoración que posee su cúpula central. No en vano, es uno de los edificios más representativos de la arquitectura religiosa madrileña del siglo XVII.
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