Home Madrid hoy Medio Ambiente La amenaza silenciosa de las procesionarias en la sierra madrileña

La amenaza silenciosa de las procesionarias en la sierra madrileña

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procesionaria

Las procesionarias producen un veneno que inflama la piel y están invadiendo la sierra madrileña.

Desde el año pasado, en Moralzarzal, estamos observando la cantidad de nidos de procesionarias que, cual árbol de navidad, adornan nuestros pinos de Cabeza Mediana y Laderas de Matarrubia, nidos de Oruga Procesionaria, que todos conocemos como ‘las intocables’, esas orugas que bien organizadas se pasean en fila dando una impresión dócil e incluso bonita. Pero de dóciles no tienen nada.

Debido al cambio climático y al ascenso de temperaturas, estas plagas cada día coronan mayores alturas. No hay más que acordarse de que cuando éramos pequeños, podíamos verlas por Madrid en cualquier zona de pinos, ya que este es su hábitat preferido. Pero desde hace ya unos años la cantidad de plagas aquí en la sierra está creciendo silenciosamente cual amenaza fantasma.

Nos vale simplemente con no acercarnos a ellas y ya se irán, pensamos… Pero esto no es así, por lo menos este año. Ya el año pasado pudimos darnos cuenta, todos aquellos que corremos o paseamos por este cerro, de la cantidad de nidos que se generaron, algo normal en estas épocas del año, pero ya era brutal.

El veneno de la procesionaria

Os cuento una anécdota: decidí subir al monte por la cuesta del Retén, buen día, calorcito, camino en sombra…, perfecto creía… De repente, nada más empezar, me percato de que estaba el camino que parecía Semana Santa, si no había en un recorrido que no llega a los 700 metros, unas 50 procesiones diferentes… unas en fila, otras sueltas buscando su grupo, y lo que es peor y da hasta miedo… reuniones de cientos de ellas formando una inmensa pelota peluda.

En fin, esquivando y saltándolas, llegué hasta arriba, todo bien…  Decidí bajar por la pista. Ya que la probabilidad de rebozarse con ellas era alta, me fui a con la sensación de haberme salvado de algo. «Estas orugas no pican si no las tocas», pensamos. Pero es un error.

Estuve leyendo, y resulta que el veneno que tienen se sitúa en los pelillos de los que están cubiertas, y lo malo es que según se van moviendo van soltando muchos de ellos que se quedan en el aire. Todo esto, sudando y con vientecillo, provocó que acabase con las piernas literalmente inflamadas.

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El ciclo de la procesionaria

El ciclo de esta procesionaria ‘Thaumetopoea Pityocampa’ es bastante curioso: las orugas tienen un comportamiento social, pasarán el resto de su vida con sus hermanas de puesta. Estas desarrollarán toda su vida larvaria sobre el  mismo árbol, y solo lo abandonarán para hacer la procesión o bien para buscar un pino contiguo si han agotado la totalidad de las acículas del pino donde nacieron. Esto debe ser lo que está pasando en el cerro porque, como se puede ver en las fotos, no quedan acículas ninguna.

Desde el principio, las colonias de orugas construyen conjuntamente pequeñas bolsas de seda con función de refugio colectivo. Cuando llega el invierno, construyen unos nidos más grandes y resistentes para protegerse, en ellos pasan el día y salen a alimentarse por la tarde. Se alimentan durante un mes, normalmente entre febrero y abril.

A continuación, descienden al suelo y vuelven a montar la procesión, para una vez encontrado el sitio adecuado, enterrarse para culminar su vida larvaria y convertirse en crisálida. Su vida como mariposa es muy corta, durando de uno a dos días, y es aquí cuando funcionan a la perfección las bolsas de feromona, atrapando a los machos que identifican las de la hembra y caen en la trampa.

Se protegen de los pájaros

Lo que es curioso es el motivo por el cual van en procesión: se protegen de los pájaros, que se comen sus cabezas, y así se van protegiendo unas con otras. Aquí es donde se dice eso de que ‘la naturaleza es sabia’.

A lo que vamos, después de ver lo que he visto por toda España, este monte de donde muestro todas las fotos es, sin dudarlo el que peor esta, y creo que debemos hacer algo al respecto.  Sin duda es algo natural, forma parte de nuestro ecosistema, vale, pero como no se consiga controlar esta ‘amenaza fantasma’, al final será tarde. Los pinos son parte de nuestra vida, tan importante como el aire que respiramos, aparte de generarlo.

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