Abre el Rastro de Madrid tras ocho meses de inactividad, con luces y sombras
Después de ocho meses inactivo, siendo el único mercado al aire libre de Madrid que aún no había regresado tras la crisis provocada por el coronavirus, por fin abre el Rastro. Fue el pasado domingo 22 de noviembre. Ese día, miles de madrileños se acercaron de nuevo al mercadillo más internacional de la capital y, aunque aparentemente, era el mismo de siempre, se encontraron con algunos cambios.
Solo el 50% de los puestos autorizados abrieron ese primer domingo, tras el acuerdo alcanzado entre el Ayuntamiento y las asociaciones de comerciantes. A partir de ahora, y hasta que vuelva la normalidad y el Rastro pueda recuperar su huella original, se van a dividir en dos grupos de 500 que se alternarán cada domingo y festivo. Ninguno de los puestos ocupa su lugar habitual y, además, son más pequeños que de costumbre y con espacios vacíos entre ellos, pues el acuerdo marca que haya un metro y medio en medio de cada tenderete.
Limitación de aforo y colas en el primer día que abre el Rastro tras la pandemia
Ese primer domingo los visitantes tampoco pudieron pasear libremente y no todas las calles eran de subida y bajada: el aforo máximo del Rastro se ha marcado en un máximo de 2.700 personas. Eso obligó a hacer algunas colas en los accesos. Un total de 150 agentes de la Policía Municipal vigilaron el cumplimiento de ese aforo y voluntarios de SAMUR-Protección Civil se encargaron de contar las personas que entraban y salían para llevar el control. La seguridad también estaba supervisada por drones.
«Nos hemos llevado una sorpresa», afirmaba Mayka Torralbo, vicepresidenta de la Asociación El rastro punto es, «en un día que tenía que haber sido de alegría y de nuevo acaba siendo de protestas». Al parecer, «estaba pactado que iba a haber un eje articulador desde la calle Duque de Alba hasta Puerta de Toledo«, pero la realidad fue que no había una cartelería que informara por dónde se podía recorrer el mercadillo.
«Los clientes, de pronto, han sido desviados por el lateral de Ribera de Curtidores para bajar, porque la calle solo podía ser de subida, sin que nos hubiesen informado. Hemos visto un control de aforo muy improvisado», protestaba.
Distribución de los puestos del Rastro de Madrid en su nueva etapa
Los puestos se distribuyen ahora entre las plazas de Cascorro, General Vara del Rey y Campillo del Mundo Nuevo; y las calles de la Ribera de Curtidores, Carlos Arniches y Mira el Río Baja, estas dos últimas entre Mira el Río Alta y Carnero.
Todos ellos se ubican en la calzada, dejando libres las aceras para el tránsito de personas y para respetar a los residentes. Y esto es algo que tampoco agrada a los comerciantes: «Esto ha obligado a tener que reubicar todos los puestos y, además, cuando hemos llegado hoy, no estaban identificados, no sabíamos dónde teníamos que colocarnos».
Para saber dónde encontrar cada puesto, el Ayuntamiento (web del Ayuntamiento) ha diseñado un sistema de geolocalización. En la herramienta se indica la situación anterior de las paradas y tiendas, y la actual. Vendedores y visitantes pueden conocer las ubicaciones y el tipo de artículos que vende cada uno. Y, según el Ayuntamiento, este sistema se ha creado, además, para evitar que se coloquen puestos ilegales, que era una preocupación de los comerciantes.
«Esta geolocalización», continúa Mayka, «sirve poco cuando tienes los números sobre el mapa, pero no en el sitio. Tampoco está señalizada la distancia entre puestos». Ella y el resto de comerciantes consideran que «para los clientes solo es útil si saben el número del puesto que buscan; la gente que va paseando no puede saber dónde se encuentran los que conocían de antes. No hay carteles ni información».
Impresiones de los comerciantes en el primer día que abre el Rastro
Miguel, dueño de un puesto de artesanía y artículos de piel en la Ribera de Curtidores, se muestra satisfecho con la reapertura pero no con algunos cambios: «Tenían que haber dejado a cada uno en su sitio, pero al 50%; así es un caos para la gente. Si lo hacen en Preciados, que hay más gente que aquí, ¿por qué a nosotros no nos dejan». En eso coincide otra de las vendedoras, que se ubica cerca de la plaza del Cascorro: «En Plaza Castilla no ponen tantas limitaciones, no entendemos por qué a nosotros sí».
Sin embargo, a otros les ha venido bien el cambio. «Antes estaba en una calle con menos paso; aquí hoy he vendido más que ningún día de los que estaba allí», dice Ángel, propietario de un puesto de artículos de regalo y navajas. «Yo estoy aquí por hobby; me cedió el puesto un amigo hace tres años y me encanta, pero afortunadamente tengo mi pensión para vivir», relata.
En el caso de Miguel: «En estos ocho meses no he cobrado nada, he tenido que tirar de ahorros, porque yo no estoy en otros mercadillos como a lo mejor otra gente».
Mayka Torralbo: «Nadie ha tirado la toalla»
Pese a lo difícil de la situación, «nadie ha tirado la toalla», comenta Mayka Torralbo, coordinadora también de la plataforma regional de comerciantes ambulantes (que engloba a las tres asociaciones mayoritarias del Rastro). «El trabajo en el Rastro es muy vocacional, estamos muy apegados a la calle, somos micro pymes, familiares e intergeneracionales… Y esto es lo que nos ha llevado a resistir sin poder trabajar», cuenta.
Para llegar hasta aquí y conservar el Rastro lo más parecido a cómo era antes de la pandemia, «sin perder su esencia histórica y cultural«, han sido «ocho meses sin poder trabajar, cinco de lucha y más de 28 manifestaciones». Mayka Torralbo ha sido la portavoz en esta batalla: «No podíamos permitir que el Ayuntamiento aprovechara la crisis sanitaria para desmantelar el Rastro».
Haciendo balance de estos meses, Torralbo explica que «querían hacer cinco mini mercadillos desconectados entre sí y desplazar más de 200 puestos fuera del Rastro. Además, pretendían que los vendedores fuéramos responsables del control del aforo y de delimitar la zona, cuando es algo que no nos compete». Añade que han tardado tanto en reabrir porque «esas primeras propuestas del Ayuntamiento eran inadmisibles», pese a que algunos comerciantes de otras asociaciones no estaban tan de acuerdo y hubiesen preferido ceder antes para reabrir con menos demora.
La esperanza, volver al Rastro de siempre
Torralbo explicaba el domingo desde la plaza del Cascorro el periplo que ha supuesto toda esta lucha para los comerciantes: «Mucha gente está endeudada, han tenido que abandonar sus viviendas y están pidiendo comida en los bancos de alimentos, y no sabemos cómo vamos a recuperarnos».
Sin embargo, «ha valido la pena» -dice- «porque hemos luchado para recuperar los puestos de trabajo y también para conservar este espacio histórico, de 1740». En el camino, ha habido logros – «se querían suprimir los puestos de la plaza del Cascorro, y hemos conseguido al menos 81; igual que en resto de sitios, donde hemos logrado que se pongan más que los que quería el Ayuntamiento»-, pero también renuncias, como la de la reubicación de los puestos.
Ahora les queda seguir peleando «desde los puestos; no haremos nunca huelga, porque lo que queremos es trabajar». El objetivo es que todo vuelva a la normalidad en cuanto sea posible, aunque lo más inmediato es «que se corrijan estos fallos de hoy, y el próximo domingo haya un orden».
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