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Un año de Covid-19: del confinamiento a la vacunación

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Confinamiento coronavirus Madrid año
Foto: El Mirador de Madrid

Hace un año se cerraron los colegios por la Covid-19, lo que supuso la antesala del confinamiento general

Texto: Jherson Paredes y Vilma Degorgue

Un día como hoy, 11 de marzo del fatídico año 2020, empezábamos a ver la realidad del coronavirus, esa que hasta el momento nadie quería afrontar y que desembocaría en un confinamiento domiciliario de tres meses, además de muchas muertes. Ese día, por primera vez en nuestra historia, cerraban los colegios en Madrid, como medida de prevención ante un virus desconocido, al que más tarde se dio el nombre de Covid-19.

Ese cierre fue la antesala del 14 de marzo que todos guardamos en la memoria: una declaración de estado de alarma que vació las calles, convirtiéndolas en fantasmas como si de una guerra se tratara; encerró en casa a todos los ciudadanos; cerró tiendas, bares, gimnasios…; y nos sumergió en un mundo digital, a través del cual se trabajó, estudió e informó de lo que estaba sucediendo fuera de nuestros hogares.

Que el coronavirus acechaba era ya una realidad desde principios de año, pero el hecho de que los niños dejaran de ir al colegio por el virus fue el primer paso para un encierro generalizado y para abrir los ojos a la cruda situación. Semanas antes hubo ciertos indicios que advertían de ese futuro cercano: el 27 de febrero se detectaron los primeros positivo en la región, y el 5 de marzo se confirmó la primera víctima mortal.

El estado de alarma por la Covid-19 llevó hace un año al confinamiento en Madrid

Por esas fechas de enero, febrero y principios de marzo, el verdadero alcance de los efectos nocivos del virus aún era un misterio. Por eso, la vida en la capital siguió con su dinámica habitual. Se celebraron eventos multitudinarios, como la manifestación del 8-M, que fue la diana de las críticas por ser un potencial foco de contagios. No obstante, paralelamente también hubo mítines políticos, eventos deportivos y conciertos de diversa índole con grandes afluencias de público.

Y llegó el estado de alarma. Era 14 de marzo, y para muchos, esos primeros días de confinamiento por la Covid-19 en Madrid resultaron pintorescos. El paisaje desierto de la Puerta del Sol, la Plaza Mayor, la Puerta de Alcalá, y el resto de icónicas calles madrileñas era inaudito. Pero, la fantasía de la novedad se desvaneció con el paso de los días y, más temprano que tarde, nos vimos absortos frente al caos que se desarrollaba en el exterior.

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Y así llegaron los discursos diarios de Fernando Simón. Cada mañana, con su voz áspera y cabellos alborotados, nos informaba sobre la evolución de la pandemia, algo que todos seguíamos atentamente desde nuestras casas. Las intervenciones de las autoridades políticas en televisión tuvieron más audiencia que nunca.

Durante las primeras semanas, el contenido de las intervenciones del director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, era como un eterno retorno a lo fatídico: los contagios y los fallecidos por Covid-19 no dejaban de aumentar.

Ovaciones desde los balcones a los sanitarios durante el confinamiento hace un año

En primera línea, los sanitarios, grandes perjudicados por la crisis sanitaria, que arriesgaban su vida diariamente para salvaguardar la de los demás. Vivieron una situación realmente precaria: a falta de equipos de protección individual y mascarillas, se enfundaron en bolsas de basura y plástico para poder trabajar bajo cierta sensación de protección.

Y, ante esa situación, llegaron los aplausos, y con ellos la canción que se convirtió en himno, el ‘Resistiré’ del emblemático Dúo Dinámico. Cada noche a las ocho de la tarde, madrileños – y ciudadanos de toda España- se asomaban a balcones y ventanas para ovacionar el heroico esfuerzo de los sanitarios. Y, también así nació una solidaridad nunca antes vista: todos quienes podían apoyar con materiales y con su tiempo, se organizaron para fabricar y entregar mascarillas y trajes de protección que tanta falta hacían.

Las residencias y el Hospital de campaña de Ifema, en la crisis del Covid-19

Los ingresos en los hospitales aumentaban a un ritmo vertiginoso. Así nació el Hospital de campaña de IFEMA. En sus inmensos pabellones, que antaño habían acogido las ferias más internacionales y diversas, miles de enfermos de Covid-19 luchaban por su vida, algunos con éxito y otros dejando una profunda tristeza en los sanitarios que habían hecho todo lo posible para salvarlos.

La escalada del virus desembocó en miles de muertes en las residencias de ancianos. El corazón se nos encogía al enterarnos por los medios de comunicación que los centros residenciales eran el eslabón más débil en esta crisis de la Covid-19.

El apacible retiro de los ancianos arrojaba ahora una imagen desoladora: personas mayores que fallecían solas, sin siquiera poder recibir el último adiós de sus seres queridos y sin llegar a pisar el hospital.

Morgues provisionales para fallecidos de Covid hace un año

Y a continuación llegaron las morgues. Mientras miles de enfermos desbordaban los hospitales, miles de fallecidos se acumulaban en las funerarias. Ante la horrible realidad de no poder acoger tantos cuerpos sin vida, la Comunidad de Madrid no tuvo otra opción que adaptar otros espacios para depositar esos cadáveres a la espera de sepultura.

El Palacio de Hielo de Majadahonda y el de Hortaleza, donde niños y mayores habían disfrutado antes de la divertida actividad del patinaje sobre hielo, se convertían ahora en morgues provisionales. Un espacio mortuorio que siempre quedará en el recuerdo de quienes vuelvan a disfrutar de su afición.

Otro lugar más fue necesario para albergar cadáveres: el Instituto de Medicina Legal que aún estaba por ponerse en funcionamiento, sirvió también de depósito.

Palacio de Hielo de Majadahonda

Actividades durante el confinamiento por la Covid-19

La acumulación de esta y otras tragedias, sumadas a un confinamiento por la Covid-19 en Madrid que parecía no tener fin, iba haciendo mella en la salud mental de los ciudadanos encerrados en sus hogares. Para contrarrestarlo, emergieron con fuerza diferentes tipos de actividades en línea, que permitieran una distracción y evasión de ese panorama que se antojaba sombrío.

Y así llegaron, además de los cánticos de Resistiré, las actuaciones en los balcones, las conversaciones con los vecinos del barrio y muchos memes en redes sociales. Dentro de casa, el confinamiento y la cuarentena resultaron ser una buena excusa para aprender nuevas recetas de cocina y empezar con el hábito del ejercicio.

Asimismo, las videollamadas satisficieron la necesidad que teníamos de ver y hablar con amigos y familiares y sirvieron para hacer ‘fiestas virtuales’, campeonatos de mus y otros juegos y todo tipo de cursos.

La desescalada pone fin al confinamiento por la Covid-19 en Madrid

Y así, tras varios meses duros, llegó la desescalada del confinamiento. La recuperación de la libertad vino por fases, por lo que solo era cuestión de tiempo el volver a disfrutar del paseo en los parques, visitar a familiares aunque fuera de lejos y con mascarilla percibir el embriagante olor a café de las terrazas y ver los pequeños y grandes comercios nuevamente en marcha.

98 días después, el estado de alarma llegó a su fin el 21 de junio. Sin embargo, pese a que desde casa y con la euforia de la reapertura no se advertía, la crisis sanitaria también había traído consigo una crisis social. Los retratos más crudos eran las colas del hambre en los bancos de alimentos y las miles de tiendas que no abrían pese al cese de restricciones de la ‘nueva normalidad’.

Atención Primaria, principal afectada en la segunda y tercera ola de Covid-19

Pero la crisis de la Covid-19, que ahora cumple un año entre nosotros, no había llegado aún a su final. Una segunda y tercera ola aparecían en el horizonte. Las causas fueron diversas, pero principalmente dos: falta de refuerzo en sanidad y dejación por parte de los ciudadanos. Sea como fuere, esta vez, las nuevas olas atenazaron a los centros de Atención Primaria, los cuales ya venían mermados por las bajas de los sanitarios en la primera ola.

Y así llegó el segundo estado de alarma. No fue tan drástico como el primero porque, con la economía erosionada, el cierre de los negocios no era una alternativa. Pero especialmente dramática ha sido la situación vivida por el sector de la hostelería y la restauración, que han sumado millonarias pérdidas tras no poder recibir turistas durante el verano.

Se acercaba la Navidad, fechas que nueve meses antes jamás nadie hubiese imaginado que seguirían afectadas por el virus. Y de nuevo, tras vivir cierres territoriales en puentes como el de La Almudena o la Constitución, tuvimos que adaptarnos a nuevas restricciones y a la dificultad de reunirnos con nuestros familiares y amigos y de celebrar unas fiestas tan importantes como esas. Pese a ello, los encuentros en hogares motivaron la tercera ola que llegaría más tarde.

Con la Navidad se aplaudió también otro hito, la inauguración del Hospital de emergencias Isabel Zendal, la joya de la corona del gobierno de la Comunidad de Madrid. Se creaba para hacer frente de manera masiva a posibles nuevos contagiados por Covid-19, que por entonces ya estaba alcanzando un nuevo pico de contagios.

Hospital Isabel Zendal

El plan de vacunación da pie al optimismo un año después

Los últimos meses hasta llegar a este aniversario del primer confinamiento vivido en la democracia en nuestro país, y que además es el primero con un alcance tan global, ha estado marcado por test de antígenos, fiestas que no cumplen las medidas sanitarias y pruebas de farmacéuticas para dar con la vacuna.

Por fin llegó la tan ansiada esperanza para poner fin a la Covid-19, casi un año después del inicio de la crisis. Primero, para los ancianos, los más golpeados; a continuación para los sanitarios, también primeros en sufrir la gravedad de la situación; y poco a poco todo un calendario de vacunación para que el 100% de la población esté inmune a este virus, que no será antes de 2022.

Foto: Comunidad de Madrid

Frente al optimismo por haber dado con la solución, surge el escepticismo en cierta parte de la población por los posibles efectos secundarios de la vacuna. Es algo que todavía ahora no está del todo claro.

Llegados a este aniversario, si comparamos la situación en la que estábamos un 14 de marzo hace un año con la de ahora, sigue habiendo similitudes. Principalmente continuamos en estado de alarma y la Covid-19 aún se cobra víctimas mortales. Pese a encontrarnos en el año de la esperanza y aparentemente el camino hacia la normalidad, es algo que debería impulsar a la reflexión.

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